Desde inundaciones y sequías hasta crisis económicas y desplazamientos, los costos del cambio climático aumentan con rapidez.

Se estima que los desastres relacionados con el clima causaron pérdidas económicas por valor de 417 000 millones de dólares solo en 2024. Sin una inversión urgente en resiliencia, el PIB mundial podría reducirse hasta un 10 % para 2050. Muchos países en desarrollo se enfrentarán a caídas aún más pronunciadas.

Sin embargo, el financiamiento para adaptarse a estas amenazas sigue limitado, fragmentado y de difícil acceso, especialmente para los más pobres y vulnerables. Los países en desarrollo (excluida China) necesitan 400 000 millones de dólares anuales hasta 2035 para hacer frente a las necesidades de financiamiento en materia de adaptación y resiliencia. Los flujos actuales están muy lejos de ese nivel: según el IPC, las inversiones en adaptación en los mercados emergentes y las economías en desarrollo ascendieron a 46 000 millones de dólares en 2023.

Parte de la razón de este déficit es que, históricamente, la adaptación climática no se ha considerado una inversión atractiva. Sin embargo, cada vez son más los estudios que indican lo contrario. Ahora sabemos que cada dólar gastado en adaptación puede generar hasta 10 dólares en beneficios económicos, sociales y medioambientales a lo largo de 10 años, desde la prevención de daños en viviendas e infraestructuras hasta la creación de nuevos puestos de trabajo, la mejora de la salud y el aumento de la productividad. Por ejemplo, los sistemas de alerta temprana salvan vidas y activos por un valor al menos diez veces superior a su costo. La necesidad de soluciones como las de información climática y los sistemas de defensa contra inundaciones aumentará en los próximos años, lo que creará oportunidades de inversión para los inversionistas privados.

El reto ahora es cómo conseguir que el financiamiento fluya en la dirección correcta a gran escala. Este es uno de los temas principales de la cumbre climática de la ONU de 2025 (COP30).

Dos informes recientes, la Hoja de ruta de Bakú a Belém y el Informe del Círculo de Ministros de la COP30, han trazado vías para aumentar considerablemente el financiamiento climático en general para los países en desarrollo. Sin embargo, en comparación con la mitigación, la adaptación se enfrenta a obstáculos únicos que habrá que superar para proporcionar el financiamiento necesario.

Un nuevo documento publicado por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI por sus siglas en inglés) y el Instituto del Clima y la Sociedad (ICS por sus siglas en inglés) contribuye a llenar este vacío al centrarse específicamente en cómo aumentar las inversiones en resiliencia. Hemos constatado que, a pesar de las barreras persistentes, hay cinco medidas prioritarias que los países, las instituciones financieras y otras entidades pueden adoptar —muchas de ellas de forma inmediata y basándose en los éxitos actuales— para que los fondos fluyan finalmente hacia la adaptación.

1) Aumentar el financiamiento concesional para la adaptación

El financiamiento concesional ofrece condiciones más favorables —como tasas de interés más bajas o plazos de amortización más largos— que las disponibles en el mercado. La concesionalidad es un elemento clave del financiamiento climático, cuyo objetivo es dirigir los limitados recursos concesionales hacia los usos más eficientes y eficaces. Este tipo de apoyo resulta especialmente atractivo para los países que enfrentan altos niveles de deuda y otras restricciones fiscales.

Muchos países de bajos ingresos gastan actualmente más en el pago de la deuda que lo que reciben en financiamiento climático, lo que dificulta su capacidad para invertir en adaptación.

Si bien el financiamiento en condiciones favorables creció de manera constante entre 2019 y 2022 (los últimos datos disponibles), sigue siendo relativamente escaso. Y la cantidad destinada a la resiliencia climática sigue siendo insuficiente: solo el 36 % del financiamiento climático en condiciones favorables en 2022 se destinó a la adaptación, frente al 42 % destinado a la mitigación. (El resto se destinó a actividades transversales).

¿Cómo podemos aumentar esta importante partida?

La mayor parte del financiamiento concesional para la adaptación procede actualmente de los países desarrollados. El primer paso es que estos países se comprometan de nuevo con la ayuda al desarrollo para la resiliencia, y reviertan la tendencia a recortar la ayuda al desarrollo en el extranjero, que se redujo un 9 % en 2024 y se prevé que disminuya entre un 9% y un 17% más en 2025.

Para reducir aún más la carga de la deuda y liberar fondos para la resiliencia, las instituciones acreedoras (incluidos los bancos de desarrollo, los donantes bilaterales y los inversionistas del sector privado) podrían aumentar el uso de herramientas como los “canjes de deuda por resiliencia”. Se trata de una variante de los “canjes de deuda por naturaleza”, en los que un acreedor acuerda condonar o descontar parte de la deuda de un país a cambio de que este adopte medidas específicas relacionadas con el clima.

Barbados, por ejemplo, utilizó recientemente esta estrategia para liberar 125 millones de dólares del presupuesto gubernamental que se utilizarán “para mejorar la gestión de los recursos hídricos y aumentar la seguridad hídrica y alimentaria”.

Otras herramientas podrían ayudar a aumentar la cantidad de dinero disponible para distribuir como financiamiento en condiciones favorables. Por ejemplo, Barbados, Francia y Kenia han propuesto utilizar gravámenes solidarios para generar ingresos específicos a través de impuestos sobre actividades con altas emisiones, como la aviación o la extracción de combustibles fósiles. También es posible liberar recursos al eliminar de forma gradual los subsidios perjudiciales y costosos, incluidos los destinados a los combustibles fósiles. A nivel mundial, los gobiernos proporcionaron aproximadamente 1 billón de dólares en subsidios directos a los combustibles fósiles solo en 2022.

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El financiamiento internacional es fundamental para apoyar los esfuerzos de fomento de la resiliencia, como el refuerzo de las infraestructuras vulnerables, en los países en desarrollo. Fotografía por: UNEP/Flickr

2) Aumentar el apoyo de los bancos multilaterales de desarrollo a la adaptación

Como pilares del desarrollo mundial, los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) desempeñan un papel destacado en el financiamiento climático. Los BMD fueron los mayores proveedores de financiamiento para la adaptación entre 2018 y 2022, con un aumento del 52 % entre 2021 y 2022.

Para intensificar aún más esta labor, los BMD tendrán que ampliar su capacidad total de préstamo. El Compromiso de Sevilla, que puso fin a la Conferencia sobre el financiamiento para el Desarrollo de 2024, instó a los BMD a triplicar su financiamiento total —incluido el financiamiento relacionado con los objetivos climáticos y de desarrollo sostenible— para 2035. Esto podría incluir un mayor aprovechamiento de las reformas de adecuación del capital, una serie de medidas que los BMD pueden adoptar para aumentar su capacidad de préstamo. También requeriría que los países aumentaran sus contribuciones financieras a los BMD, lo que se conoce como «aumentos de capital». Al mismo tiempo, los BMD deberían trabajar para incorporar o integrar la resiliencia climática en todas sus operaciones, incorporándola en sus marcos estratégicos, procesos financieros y operativos. Por ejemplo, pueden integrar las evaluaciones de riesgo climático y resiliencia en los marcos de asociación con los países que estructuran las relaciones con los países clientes, como ya hace el Banco Mundial. También pueden condicionar su apoyo presupuestario a medidas políticas específicas que alineen las trayectorias de desarrollo nacional con los objetivos de resiliencia climática, un enfoque conocido como “financiamiento basado en políticas”.

3) Impulsar la capacidad de los países para acceder y atraer financiamiento para la adaptación

No se trata solo de aumentar la oferta de financiamiento para la adaptación. Los países también deben ser capaces de atraer este financiamiento.

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HOJA DE RUTA PARA FINANCIAR LA ADAPTACIÓN Y LA RESILIENCIA EN LOS PAÍSES EN DESARROLLO

Explore el informe completo.

Un enfoque atractivo es el de las "plataformas de país". Estas plataformas adoptan distintas formas según el país, pero en general buscan ampliar la acción climática con mayor eficacia al alinear mejor las diversas fuentes de financiamiento con las líneas de inversión y las reformas políticas que impulsa cada gobierno. Aunque los primeros esfuerzos se enfocaron en la reducción de emisiones, ahora las plataformas incluyen la naturaleza y la adaptación, lo que permite a los países aplicar un enfoque más integrado para planear y reducir los riesgos climáticos. Bangladesh, Egipto, Barbados y, más recientemente, Ruanda ya utilizan estas plataformas para fortalecer la resiliencia climática y avanzar en transiciones sectoriales.

Otra táctica relacionada con las plataformas nacionales es el apoyo a la preparación de proyectos, en la que los inversionistas proporcionan a los clientes apoyo financiero y técnico para ayudarles a generar propuestas más atractivas. Esto puede contribuir a garantizar que las carteras de proyectos de adaptación sean sólidas y estén listas para la inversión.

Los socios para el desarrollo, como los bancos multilaterales de desarrollo y los financiadores privados, pueden prestar apoyo a las plataformas nacionales y a la preparación de proyectos mediante inversiones directas, pero también mediante conocimientos técnicos, diálogo y otros recursos. Las diferentes partes interesadas desempeñarán diferentes funciones en el financiamiento de las plataformas nacionales, y las instituciones nacionales, como los bancos nacionales de desarrollo, desempeñarán una función de orientación y coordinación.

4) Aumentar el financiamiento del sector privado

En la actualidad, más del 90 % del financiamiento para la adaptación que se registra y contabiliza procede de fuentes públicas, lo que pone de manifiesto la necesidad de aumentar considerablemente el financiamiento privado. La falta de flujos de financiamiento privado se debe a varios factores, entre ellos el hecho de que los riesgos y los rendimientos de las inversiones en adaptación suelen ser poco claros, lo que disuade a los inversionistas privados.

Sin embargo, existen poderosos incentivos para que esto cambie. Las empresas quieren proteger sus activos de los impactos climáticos, y el 34 % de las empresas del índice FTSE All World (que representa el 90 % de la capitalización bursátil mundial) ahora revelan que adoptan medidas con ese fin. Por ejemplo, PwC informa que un gran minorista ha cambiado la estrategia de ubicación de sus tiendas basándose en su evaluación del riesgo climático. Hay señales positivas que sugieren que las pequeñas y medianas empresas de los países en desarrollo ya toman medidas similares.

Los responsables políticos y los socios para el desarrollo pueden ayudar a orientar el financiamiento privado hacia la resiliencia climática a una escala aún mayor. En primer lugar, pueden utilizar fondos públicos para apoyar instrumentos como el capital de primera pérdida y las garantías, que incentivan las inversiones en resiliencia al reducir los riesgos para los inversionistas privados que toman capital más seguro (más «senior»). También pueden crear taxonomías o metodologías compartidas para identificar las medidas de adaptación y medir los beneficios, y luego crear instrumentos financieros en torno a estos beneficios, como los bonos de resiliencia.

Mejorar la forma en que las agencias de crédito abordan la resiliencia también podría fomentar la inversión privada en la adaptación al clima: una valoración más precisa del riesgo de los impactos físicos del clima debería impulsar la inversión hacia fines más resilientes. Esta es solo una de las medidas necesarias para cambiar un círculo vicioso, ya que el mundo sigue invirtiendo solo 1 dólar en infraestructura resiliente por cada 87 dólares invertidos sin tener en cuenta los riesgos climáticos.

Por último, los gobiernos, los socios para el desarrollo y los inversionistas deben involucrar plenamente al sector de los seguros. Los seguros son una parte esencial de la ecuación, especialmente para la gestión del riesgo de desastres, tanto a nivel gubernamental como empresarial y doméstico. Los socios del sector pueden mejorar sus ofertas y hacerlas más transparentes, mientras que los gobiernos deben identificar mecanismos para evitar que las personas más pobres queden excluidas y así cerrar la brecha de los seguros. El gobierno de Fiyi, por ejemplo, forjó una alianza entre el Banco de Desarrollo de Fiyi y aseguradoras privadas que proporciona indemnizaciones por determinados fenómenos meteorológicos extremos a pequeñas empresas y pequeños agricultores.

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El financiamiento de la adaptación puede impulsar las economías, por ejemplo, permite que las y los agricultores adopten variedades de cultivos más resistentes al clima, capaces de proteger sus medios de vida frente a inundaciones, sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos. Fotografía por: UNEP/Flickr

5) Hacer que las economías sean más resilientes mediante la regulación financiera

En la mayoría de los países, las regulaciones gubernamentales aún no reflejan los riesgos climáticos conocidos. Esto incluye leyes que afectan a la economía real, como las regulaciones de zonificación, los códigos de construcción o las regulaciones relativas al uso de recursos como el agua. También incluye regulaciones financieras, como la divulgación de información financiera, así como marcos macroprudenciales para la gestión de riesgos sistémicos y la estabilidad financiera.

Los gobiernos podrían incorporar mejor la adaptación en todos estos niveles de regulación. Un sistema regulatorio nacional eficaz integraría la resiliencia en todas las leyes de zonificación y planificación para garantizar que se tengan en cuenta los impactos climáticos a la hora de construir y renovar. Por ejemplo, Canadá ha establecido normas nacionales de construcción destinadas a reducir los riesgos de inundación en las nuevas zonas residenciales, proteger los edificios del empeoramiento de los incendios forestales y las condiciones meteorológicas extremas, entre otras cosas. Estas leyes deben estar respaldadas por una aplicación y un apoyo significativos. Las regulaciones financieras nacionales e internacionales pueden fomentar la resiliencia exigiendo a las empresas que divulguen sus riesgos físicos; haciendo que los bancos centrales y los reguladores financieros incorporen los impactos climáticos en su planificación de escenarios; y actualizando marcos internacionales como Basilea III (que establece normas internacionales para los requisitos de capital de los bancos) para interpretar las normas con miras a aumentar la resiliencia climática.

La adaptación es una oportunidad

Aumentar rápidamente el financiamiento para la adaptación es fundamental no solo para fomentar la resiliencia, sino también para alcanzar los objetivos de desarrollo global y lograr un mundo más equitativo. No es una tarea fácil. Requerirá una acción coordinada entre gobiernos, bancos multilaterales de desarrollo, inversionistas privados y la sociedad civil. Pero con las herramientas adecuadas, es posible.

Las prioridades estratégicas aquí descritas sientan las bases para aumentar el financiamiento para la adaptación de manera que se aborden los obstáculos a la implementación, se reduzca la fragmentación y se garanticen resultados equitativos y significativos para los países en desarrollo. La COP de Belém debería impulsar el financiamiento para la adaptación, reduciendo así el costo de los impactos e impulsando el desarrollo.

Hay algo que ganar para los actores de todos los niveles: las empresas que crean soluciones de resiliencia se harán con una parte de un mercado en crecimiento. Para 2035 se podrían crear 280 millones de puestos de trabajo. La adaptación ahorrará el 23 % del PIB mundial que se perdería por los impactos climáticos para 2050 si no se toman medidas.

A lo largo de la historia de la humanidad, el éxito ha llegado a aquellos que se anticipan a las circunstancias cambiantes y actúan en consecuencia. El siglo XXI no será diferente. El mundo debe aprovechar la oportunidad de la adaptación, trabajando juntos como un sistema para crear el entorno normativo, los incentivos y los flujos financieros que permitan desbloquear y canalizar las inversiones hacia un futuro más resiliente.