"Si perdemos la naturaleza, también nos perdemos a nosotros mismos".

Estas palabras, compartidas por una líder religiosa en Altamira, Brasil, reflejan un creciente reconocimiento entre las comunidades de fe de toda América Latina que desempeñan funciones que van más allá de las prácticas religiosas tradicionales para convertirse en defensoras activas de los territorios, los ecosistemas y de las personas que los protegen. 

En lugares como Brasil, Colombia y México, los valores espirituales y la acción comunitaria están convergiendo para crear nuevas vías de protección medioambiental y desarrollo justo. Allí donde América Latina es una de las regiones más peligrosas del mundo para los defensores del medio ambiente – más de 1,000 han perdido la vida desde 2012 – las comunidades de fe están asumiendo un papel fundamental. Ofrecen una base moral, apoyo práctico y un poderoso sentimiento de esperanza que sustenta a los movimientos para proteger los bosques, ríos y ecosistemas de los que dependen las comunidades para su alimentación, medicina, medios de vida y tradiciones culturales.

Una nueva investigación del Instituto de Recursos Mundiales y el Instituto de Investigación Laudato Si' pone de relieve cómo estas comunidades de fe proporcionan no sólo apoyo moral y espiritual a los activistas medioambientales, sino también recursos prácticos y redes que mejoran su seguridad y eficacia, así como alternativas de desarrollo arraigadas localmente y basadas en valores de dignidad, solidaridad y respeto por toda la vida.

Ecología espiritual y compromiso comunitario en Caquetá (Colombia)

En la Amazonia colombiana, las comunidades religiosas están desempeñando un papel vital en la promoción de la gestión medioambiental y la planificación territorial participativa. Un ejemplo destacado es la Vicaría del Sur y su red de grupos locales conocidos como Comisiones por la Vida del Agua. Estas Comisiones surgieron a principios de la década de 2010 en respuesta a las crecientes presiones medioambientales y a las nuevas iniciativas de desarrollo, en particular el bloque petrolífero denominado El Nogal, que abarcaría más de 239,000 hectáreas en la región con impactos tanto en los ecosistemas como en la salud de la comunidad.

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Protesta contra el proyecto petrolífero El Nogal en Caquetá, Colombia. Fotografía por: CVA vía Facebook 

El Caquetá es una de las regiones más biodiversas de Colombia, con el 31% de la cuenca amazónica del país. Sin embargo, ha sufrido una importante degradación medioambiental: entre 2000 y 2021, el Caquetá perdió más de 790,000 hectáreas de cobertura forestal, una superficie casi igual a la de Puerto Rico. Los habitantes llevan mucho tiempo expresando su preocupación por el impacto de este modelo de desarrollo en la calidad del agua, la salud del suelo y los medios de vida tradicionales.

Las Comisiones por la Vida del Agua son espacios inclusivos de reflexión, colaboración y formación cívica. Reuniendo a comunidades rurales, agentes de pastoral y organizaciones de la sociedad civil, combinan prácticas espirituales – como peregrinaciones y liturgias por el agua- con formación en derechos humanos, vigilancia medioambiental y tenencia de la tierra. Su convicción compartida de que «el agua es vida» inspira no sólo la protección de ríos y bosques, sino un compromiso más amplio con la dignidad de las personas y la tierra.

Combinando espiritualidad y derechos humanos, las Comisiones por la Vida del Agua se han convertido en centros de acción colectiva no violenta y hasta ahora han logrado detener el proyecto propuesto de El Nogal y otros en la región.. También han facilitado espacios y formación en monitoreo comunitario del agua, dando a las comunidades locales las herramientas para proteger sus derechos y sus tierras.

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Las Comisiones por la Vida del Agua de la Iglesia Católica no sólo se oponen a los proyectos destructivos para el medio ambiente, sino que también apoyan a las comunidades en el desarrollo de oportunidades económicas más sostenibles. Su Finca Amazónica enseña técnicas de agricultura regenerativa en armonía con la naturaleza. Fotografía por: CVA vía Facebook

Con el tiempo, las Comisiones por la Vida del Agua se han convertido en catalizadores del compromiso cívico y han contribuido a generar propuestas de desarrollo sostenible informadas e impulsadas por la comunidad. Su colaboración con otras organizaciones ha ampliado las oportunidades de educación, planificación territorial y promoción de medios de vida alternativos -como los proyectos agroecológicos – que respetan tanto la identidad cultural como la integridad medioambiental. Las Comisiones siguen acompañando a las comunidades en la concepción y construcción de un futuro basado en la dignidad, la sostenibilidad y el compromiso espiritual con la vida en todas sus formas.

Espiritualidad, fuerza comunitaria y desarrollo local en Chiapas (México) 

En los Altos de Chiapas, México, las comunidades religiosas se han convertido en actores centrales en la creación de nuevas vías de desarrollo, entrelazando las cosmovisiones indígenas y la enseñanza social católica en un modelo distintivo de compromiso cívico y desarrollo local. Una de las expresiones más emblemáticas de esta dinámica es el Movimiento en Defensa de la Vida y el Territorio (Modevite), que reúne a comunidades tseltales, tsotsiles y ch'ol, junto con agentes pastorales de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas y la Misión Jesuita de Bachajón. 

Modevite surgió en 2013 como respuesta a transformaciones más amplias que se estaban produciendo en la región, incluidas iniciativas de infraestructuras y planificación territorial que las comunidades percibían como desconectadas de sus realidades culturales y ecológicas. Entre ellas se encuentra la Carretera de las Culturas, una carretera de 157 kilómetros proyectada para conectar San Cristóbal de las Casas y Palenque, y enlazar con el Tren Maya. Mientras que algunos ven en esta carretera una oportunidad para la conectividad regional y el desarrollo económico, otros expresan su preocupación por las posibles repercusiones en el uso del suelo, los ecosistemas forestales y la introducción de actividades industriales o extractivas a gran escala. 

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Una peregrinación en Modevite en noviembre 2023. Fotografía por: Araceli Téllez Haro

Modevite ofrece un enfoque basado en la espiritualidad para la participación social y busca el diálogo sobre cómo llevar el desarrollo económico en conexión con sus realidades culturales y ecológicas. Trabaja para reforzar la gobernanza local mediante la formación en derechos humanos, la educación cívica y la promoción de «Gobiernos Comunitarios», un modelo de gobernanza autodeterminada basado en asambleas locales, la creación de consenso y el servicio al bien común. Estas estructuras no son meramente políticas, sino también espirituales: para muchos miembros de la comunidad, ejercer el liderazgo se considera una responsabilidad sagrada para cuidar de la «Madre Tierra» y de toda la vida en el territorio. 

La espiritualidad – entendida como una conexión tanto con la sabiduría ancestral como con las enseñanzas cristianas – no está separada de las realidades vividas, sino que es una base para la acción colectiva. Las peregrinaciones, por ejemplo, tienen fines tanto religiosos como cívicos: son momentos de oración y celebración, pero también ocasiones para la formación en derechos humanos, la reflexión sobre modelos de desarrollo y la difusión de información sobre derechos territoriales. A través de estas prácticas, las comunidades articulan una visión del buen vivir que integra el equilibrio ecológico, la continuidad cultural y la justicia social. Como dijo un informante de Modevite: «La conexión con la naturaleza que llevamos dentro es la base de la defensa de la vida y los territorios. La espiritualidad que nos han dado nuestros antepasados es lo único que nos da fuerza. Sin espiritualidad, no podemos caminar en esta lucha».

El trabajo de Modevite también hace hincapié en la participación de los jóvenes a través de iniciativas como «Jóvenes Recreando Autonomía», que forma a jóvenes líderes en el cuidado del medio ambiente, la acción no violenta y las raíces históricas de las luchas de su comunidad. Estos esfuerzos han reforzado los lazos intergeneracionales y han ayudado a crear resiliencia en contextos marcados por la pobreza, la desigualdad y la inseguridad. 

Estas comunidades abogan por el diálogo y por modos de desarrollo definidos localmente – como la agroecología, las economías solidarias y la conservación de los bosques – basados en valores de dignidad, reciprocidad y respeto por la vida. Sus acciones ponen de relieve la importancia del diálogo inclusivo para forjar el futuro de la región. El caso de Chiapas subraya cómo la fe, lejos de ser un asunto privado, puede ser una fuerza poderosa para el compromiso cívico, la cohesión social y la gobernanza territorial sostenible arraigada en la esperanzay en la visión de las comunidades locales. 

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Peregrinación en Modevite. Fotografía por: Araceli Téllez Haro

Reforzar el poder de las comunidades de fe para defender la vida y la tierra

Las comunidades de fe pueden ayudar a construir transformaciones críticas en el tejido de la sociedad civil latinoamericana. Pueden forjar un profundo sentimiento de esperanza y unidad entre los diversos grupos étnicos e inspirar un sentido de solidaridad frente a los inmensos retos medioambientales y de desarrollo.

Las comunidades de fe locales también pueden aprovechar poderosas redes. El reconocimiento y el apoyo de las instituciones religiosas mundiales pueden amplificar los esfuerzos de las comunidades locales, proporcionándoles la visibilidad y los recursos necesarios para continuar su labor. Por ejemplo, en Caquetá, la Iglesia católica facilitó la financiación de una evaluación alternativa de impacto ambiental. En términos más generales, el difunto Papa Francisco llamó la atención de los medios de comunicación mundiales y de las plataformas políticas sobre la vida de las comunidades indígenas y la situación en la región amazónica. En palabras de un líder religioso local de Altamira, Brasil, hablando sobre la presa de Belo Monte, "La Iglesia siempre ha defendido la vida. La Naturaleza es vida. Ella defiende la Naturaleza, la vida que viene de Dios". El Papa llama la atención sobre este modo de vida moderno de mercantilismo y utilitarismo, debemos luchar contra esto».

Sin embargo, estas comunidades de fe necesitan más reconocimiento y colaboración tanto dentro como fuera de sus organizaciones para tener un impacto aún mayor.

En particular, a pesar de sus importantes contribuciones, las mujeres de las comunidades de fe carecen a menudo de reconocimiento formal por sus funciones de liderazgo, una disparidad que pone de relieve estructuras eclesiales y sociales más profundas. Sin embargo, a menudo están en la vanguardia de los movimientos, impulsando iniciativas que no sólo desafían los modelos de desarrollo existentes, sino que también los reimaginan. Por ejemplo, en el trabajo de la Vicaría en Colombia, las estrategias de protección territorial incluyen dar prioridad al empoderamiento de las mujeres, abordar la igualdad de género, y hacer hincapié en el liderazgo femenino. Abordar la violencia de género es también una prioridad de Modevite.

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Peregrinación en noviembre, Modevite, Chiapas. Fotografía por: Aracei Téllez Haro

Para hacer realidad la promesa de un desarrollo sostenible liderado por la comunidad, las organizaciones internacionales, los gobiernos y la sociedad civil deben reconocer y comprometer a las comunidades de fe como colaboradores esenciales en la defensa del medio ambiente. Esto implica:

  • Reconocer explícitamente el papel de las comunidades de fe en las disputas socioambientales y sus contribuciones a la defensa de la vida y los territorios.
  • Apoyar el liderazgo de las mujeres y garantizar que se reconozcan yse apoyen formalmente sus contribuciones y el papel que desempeñan en la defensa de la vida y los territorios.
  • Adoptar estrategias de desarrollo lideradas por la comunidad que integren las visiones y los valores de las comunidades de fe locales.
  • Proporcionar apoyo financiero y jurídico para que las comunidades de fe dispongan de los recursos financieros y la protección jurídica necesarios para continuar su labor de defensa de forma segura y eficaz.
  • Utilizar plataformas políticas y de la sociedad civil – desde radios comunitarias hasta activismo en las redes sociales, pasando por la participación en coaliciones de defensa política, etc. – para amplificar las voces y las historias de las comunidades de fe y los defensores del medio ambiente, haciendo visibles sus luchas y sus éxitos a un público más amplio.

Con la fe viene la esperanza

Las comunidades de fe aportan perspectivas y estrategias únicas al desarrollo socioambiental que pueden desempeñar un papel clave en la protección de la vida humana y ecológica. Pero no pueden hacerlo solas; todas las partes interesadas deben colaborar para apoyar y amplificar los esfuerzos de estos abnegados defensores del medio ambiente.

Como explica el líder comunitario del estudio de caso de Belo Monte: «La conexión con la vida es la fuente de esperanza para reconstruir lo que ha sido destruido. Sin esa conexión, esa fuerza que proviene de la conexión con los bosques, los ríos y los antepasados, no habría motivación para la lucha... Nuestras luchas son luchas de supervivencia. Los ríos y los bosques lo son todo, sin ellos no hay vida».