El mensaje está en todas partes: tú (solo) puedes salvar el planeta.

Elige una hamburguesa vegetariana en lugar de una de res. Reserva este vuelo, no aquel. Compra ropa de segunda mano en lugar de moda rápida. Reduce tu “huella de carbono”.

Pero hay algo que la mayoría de la gente no sabe: el concepto mismo de huella de carbono personal se originó en la gigante petrolera British Petroleum (BP). En 2004, BP lanzó una calculadora de carbono para persuadir a las personas de que midieran su impacto climático personal. La campaña funcionó: desplazó nuestra mirada colectiva de las empresas de combustibles fósiles, los principales impulsores de la crisis climática, hacia personas como tú y como yo.

Dos décadas después, y con la rápida intensificación de los desastres climáticos, seguimos atrapados en esta artimaña. Las decisiones tomadas por las empresas y los gobiernos siguen determinando la velocidad y la magnitud de la alteración climática, mientras que las campañas de marketing sobre la acción climática intentan desviar nuestra atención hacia las decisiones de los consumidores.

Una nueva investigación del WRI cuenta una historia diferente. Los datos muestran que los cambios de comportamiento favorables al clima, como conducir menos o comer menos carne, podrían, en teoría, compensar todas las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que produce una persona media cada año, especialmente entre las poblaciones con altos ingresos y altas emisiones.

Pero también revelan que los esfuerzos centrados exclusivamente en cambiar los comportamientos, y no los sistemas generales que los rodean, solo logran alrededor de una décima parte de este potencial de reducción de emisiones. El 90 % restante permanece bloqueado y depende de los gobiernos, de las empresas y de la acción colectiva para que las opciones sostenibles sean más accesibles para todos. Por ejemplo, es mucho más fácil prescindir del coche si una ciudad cuenta con un buen transporte público.

El simple hecho de pedir a las personas que cambien su comportamiento supone un 10 % de la reducción potencial de emisiones

Los cambios de comportamiento en el transporte, la energía y la alimentación tienen el potencial de compensar con creces las emisiones de una persona, pero solo se puede alcanzar una décima parte de este potencial mediante intervenciones a nivel individual, sin esfuerzos sistémicos para facilitar los cambios.

 

Comportamientos 10
Nota: Se utiliza un promedio global, pero estos promedios ocultan una gran disparidad entre países y niveles de ingresos. Las poblaciones más ricas y con mayor consumo pueden emitir hasta 110 toneladas de CO₂ equivalente (CO₂e) al año. En el caso de los grupos con menores ingresos, las emisiones pueden ser tan bajas como 1.6 toneladas de CO₂ al año.

Esto no significa que las decisiones personales no importen. De hecho, importan enormemente, pero no exactamente de la forma en que se suele creer.

¿En qué medida afectan las decisiones personales al clima?

Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), unos cambios integrales en el comportamiento humano podrían, en teoría, reducir las emisiones globales hasta en un 70 % para 2050. Esto eliminaría prácticamente las emisiones combinadas de China, Estados Unidos, India, la Unión Europea y Rusia.

Pero la palabra clave aquí es integrales. El IPCC deja claro que estas reducciones masivas serían el resultado de un cambio en el comportamiento individual combinado con políticas de apoyo y transformaciones industriales y tecnológicas que hagan que esos comportamientos sean posibles y ampliamente accesibles.

Una persona promedio produce 6.28 toneladas de emisiones de GEI al año. Esta cifra varía de manera significativa según el país y el nivel de ingresos. Las poblaciones más ricas y con mayor consumo pueden emitir hasta 110 toneladas de CO₂ al año. Entre los grupos de menores ingresos, las emisiones pueden ser tan bajas como 1.6 toneladas de CO₂ al año. En el caso de las poblaciones que viven en la pobreza, las emisiones deberán aumentar para alcanzar objetivos de desarrollo fundamentales, como la ampliación del acceso a la energía.

¿Qué parte de esto se puede lograr solo con el cambio de comportamiento individual? La nueva investigación del WRI es la primera en cuantificar la brecha entre las reducciones de emisiones previstas (lo que es teóricamente posible) y los impactos en el mundo real (lo que se ha demostrado que es factible). Se calculó cuánto podrían reducirse las emisiones si todas las personas adoptaran comportamientos clave favorables al clima y se comparó con los resultados reales de programas e intervenciones orientados a cambiar estos comportamientos a nivel individual.

Se descubrió que, en teoría, el cambio a 11 comportamientos favorables al clima en los sectores de la energía, el transporte y la alimentación podría reducir las emisiones de GEI de los individuos en aproximadamente 6.53 toneladas al año, lo que compensaría con creces las emisiones promedio actuales de una persona. Sin embargo, cuando las personas intentan aplicar estos cambios en el mundo real, sin sistemas de apoyo, normalmente solo reducen las emisiones en unas 0.63 toneladas al año, es decir, alrededor del 10 % de lo que sería teóricamente posible.

No es que los cambios individuales no importen; cuando alguien se pasa a un vehículo eléctrico o evita un vuelo, tiene un impacto real. El problema es que, sin infraestructura, políticas o incentivos de apoyo, estos programas tienen dificultades para impulsar el cambio generalizado que el mundo necesita.

Amsterdan electromovilidad
Vehículos eléctricos en una estación de carga en la acera en Ámsterdam. Las políticas y las inversiones que hacen que las opciones bajas en carbono sean más asequibles y convenientes son esenciales para impulsar comportamientos respetuosos con el clima. Fotografía por: arkanto/Shutterstock.

Cómo puedes ayudar a impulsar un cambio sistémico

Dado que el cambio climático está fuertemente influido por las decisiones de los gobiernos y las empresas, los votos y el poder colectivo como consumidores son de vital importancia.

Votar tanto a nivel nacional como local es fundamental, ya que las elecciones determinan si los gobiernos favorecen o dificultan comportamientos favorables al clima. Cuando las políticas nacionales se alejan de la acción climática, la presión electoral estatal y local adquiere aún más relevancia.

Del mismo modo, la presión colectiva de los consumidores puede ayudar a que las grandes empresas adopten prácticas más respetuosas con el clima y el medio ambiente. Esto implica ir más allá de las compras individuales y organizar campañas virales que presionen a las empresas a transformar las opciones sostenibles en la norma.

¿Qué decisiones cotidianas tienen el mayor impacto climático?

La presión sistémica crea las condiciones propicias, pero los individuos deben completar el ciclo con sus decisiones diarias. Es una vía de doble sentido: los carriles bici necesitan ciclistas y las opciones vegetales necesitan consumidores.

La investigación del WRI cuantifica las acciones individuales que más importan y revela cuatro cambios significativos con alto potencial de reducción de emisiones. Aunque la gente de todo el mundo tiende a sobreestimar enormemente el impacto de algunas actividades muy visibles, como el reciclaje, nuestro análisis revela cuatro cambios significativos que producen reducciones significativas de las emisiones. Por orden de impacto climático, estos comportamientos son:

Principales cambios de comportamiento con mayor potencial de reducción de emisiones.

Cambios comportamiento
La gráfica muestra cuatro cambios individuales —transporte terrestre sostenible, reducción de vuelos, cambios en el consumo energético del hogar y mayor consumo de comidas ricas en vegetales— ordenados según su potencial de reducción de las emisiones promedio globales per cápita de CO₂ al año. Nota: Los porcentajes reflejan la reducción potencial de las emisiones promedio globales per cápita (6.28 toneladas de CO₂ por persona al año) asociada a cada comportamiento.
Fuente: con base en datos de Ivanova et al. (2020). World Resources Institute.

1) Pasar al transporte terrestre sostenible

Dejar de usar carros de gasolina y optar por el transporte público o activo reduce drásticamente las emisiones. Nuestra investigación muestra que vivir sin coche tiene un impacto 78 veces mayor que el compostaje. En otras palabras, una persona que renuncia a su coche tiene el mismo impacto climático que 77 personas que se dedican al compostaje. Renunciar al coche puede parecer extremo o inviable, pero no tiene por qué ser todo o nada; cambios como pasarse a un coche híbrido o eléctrico también pueden tener un impacto significativo.

2) Cambiar a alternativas al transporte aéreo

Siempre que sea posible, sustituya los vuelos por videoconferencias, viajes en tren o incluso en coche (a ser posible, en un vehículo eléctrico o híbrido). Aunque los viajes en avión no son un factor significativo para

Para la mayor parte del mundo —el 89 % de la población mundial nunca ha subido a un avión—, es una de las actividades que más emisiones de carbono generan. Las personas con ingresos más altos, que vuelan con mayor frecuencia, tienen una mayor responsabilidad de liderar en este ámbito. (Si eres una organización y te preguntas qué puedes hacer para reducir los viajes de negocios, el WRI tiene algunas herramientas e ideas).

3) Instalar energía solar residencial y aumentar la eficiencia energética del hogar

Invertir en energía solar en el tejado y mejorar la eficiencia energética del hogar, por ejemplo, mejorando el aislamiento, instalando bombas de calor o mudándose a una casa más pequeña, puede reducir significativamente las emisiones. Aunque cambiar las bombillas o apagar los electrodomésticos tiene un efecto menor, las mejoras estructurales en la eficiencia del hogar y la adopción de energías limpias suponen reducciones mucho más significativas. Debido a su elevado costo inicial, estas medidas suelen ser más viables con programas gubernamentales de apoyo, como créditos fiscales e incentivos.

4) Consuma más comidas ricas en vegetales

Reducir el consumo de carne y lácteos, especialmente de res y cordero, tiene un impacto enorme y subestimado en el clima. Si bien cambiar a alimentos orgánicos, comprar productos locales y reducir los alimentos procesados tiene sus beneficios, estos cambios palidecen en comparación con los cambios en la dieta que se alejan de las proteínas animales. El veganismo total puede ahorrar casi una tonelada de CO2 al año, aproximadamente una sexta parte de las emisiones totales promedio de un ciudadano global. Pero incluso reducir el consumo de carne captura el 40 % de ese impacto.

¿Cómo pueden los gobiernos y la industria impulsar un cambio más amplio?

Estas acciones individuales pueden tener un impacto real en las emisiones. Pero sin cambios sistémicos y sin apoyo, no impulsarán el cambio a la velocidad y la escala que exige la crisis climática.

Para ayudar a las personas a dejar de usar vehículos de gasolina, los gobiernos pueden tomar medidas como invertir en carriles bici protegidos y ampliar la infraestructura de recarga eléctrica.

Por su parte, la mejora del transporte público puede reducir el uso del automóvil y hacer que los desplazamientos sean más económicos y eficientes, lo que beneficia al clima, a nuestro bolsillo y a nuestro bienestar.

En Bogotá, Colombia, la inversión constante en infraestructura para ciclistas, junto con iniciativas de apoyo (como el popular programa Ciclovía, en el que más de 100 km de calles se cierran al tráfico los domingos y días festivos), han contribuido a que el transporte sostenible sea práctico y atractivo. La proporción de desplazamientos en bicicleta en Bogotá pasó de solo el 0,58 % en 1996 al 9 % en 2017, lo que demuestra que cuando los gobiernos crean las condiciones adecuadas, se pueden adoptar comportamientos sostenibles.

Cliclovia Bogota
Los peatones y ciclistas aprovechan el programa Ciclovía de Bogotá, que cierra algunas calles al tráfico de automóviles los domingos y días festivos nacionales; un excelente ejemplo de cómo las iniciativas gubernamentales pueden fomentar el transporte con bajas emisiones de carbono. Fotografía por: Ivan_Sabo/iStock

En el sector energético, los gobiernos pueden ofrecer incentivos financieros para la instalación de energía solar en los hogares, renovaciones energéticamente eficientes y mucho más. Tomemos como ejemplo a los Países Bajos: antes considerados rezagados en materia de energías renovables, se han convertido en el principal usuario per cápita de paneles solares de Europa, en parte gracias a generosas subvenciones y a un sistema de medición neta que permite a los propietarios de viviendas deducir de su consumo la electricidad que inyectan a la red.

En lo que respecta al cambio de hábitos alimenticios, instituciones como los gobiernos, las organizaciones públicas y las escuelas pueden aumentar las opciones de comidas de origen vegetal en las cafeterías y comedores (por ejemplo, adoptando el lunes sin carne, como hizo el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles en 2012). Y las empresas pueden hacer que las opciones con menos emisiones de carbono sean más fáciles y asequibles, por ejemplo, destacando las opciones de origen vegetal en los menús y fijando precios competitivos.

La iniciativa Coolfood del WRI ha demostrado que unos simples cambios pueden transformar los hábitos alimenticios. Cuando Sodexo (un proveedor mundial de servicios de restauración que opera en escuelas, hospitales y cafeterías de empresas) adoptó nombres descriptivos para sus platos, como "Tacos dulces y ahumados", que se centraban en el sabor y el aroma en lugar de en los ingredientes de origen vegetal, la probabilidad de que los consumidores compraran estos platos se duplicó.

Cómo cambiar los comportamientos de la manera más eficaz

Nuestra investigación demuestra que es importante cómo se diseñan las iniciativas para cambiar el comportamiento. Hemos clasificado todas las intervenciones destinadas a impulsar comportamientos clave favorables al clima en seis categorías:

Comportamientos CO2
Impacto efectivo del potencial de reducción de emisiones según herramientas conductuales. La gráfica compara el impacto promedio efectivo de seis tipos de intervenciones conductuales —arquitectura de elección, compromisos, información mejorada, normas sociales, retroalimentación e incentivos— en la reducción de emisiones de CO₂ per cápita por año, medida en toneladas. Fuente: WRI con base en datos de Bergquist et al. (2023).

Es importante destacar que las iniciativas de sostenibilidad en la industria y las políticas deben estar alineadas con la evidencia sobre la reducción efectiva de emisiones, en lugar de adoptar medidas visibles pero de impacto mínimo. Ofrecer contenedores de reciclaje demuestra conciencia medioambiental, pero proporcionar soluciones solares asequibles, comidas ricas en vegetales o transporte eléctrico contribuye en mayor medida al progreso climático genuino.

Unas herramientas poderosas para la acción gubernamental son los compromisos nacionales sobre el clima (NDC) de los países. Las investigaciones del WRI muestran que los principales emisores del mundo han pasado por alto históricamente en sus NDC comportamientos con un alto potencial de reducción de emisiones, como la elección de alimentos y los viajes en avión. Con las nuevas y actualizadas NDC previstas para 2025 en virtud del Acuerdo de París, los países tienen una oportunidad inmediata para abordar el cambio de comportamiento humano en los sectores con altas emisiones, tanto mediante el despliegue de herramientas de cambio de comportamiento como mediante la aplicación de políticas de apoyo para que estos cambios sean accesibles.

Aprovechar nuestro poder colectivo

Si bien nuestras decisiones son importantes para el clima, el discurso sobre la huella de carbono ha ocultado dónde reside nuestro verdadero poder. Este enfoque individualista fragmenta nuestra fuerza colectiva y nos mantiene centrados en comportamientos personales aislados, en lugar del potencial de la acción colectiva.

La investigación del WRI sugiere un camino más impactante hacia el futuro. En lugar de calcular nuestras emisiones de carbono, nuestra acción individual más significativa puede ser ampliar nuestra huella cívica colectiva. Esto puede transformar no solo lo que consumimos, sino también las opciones que existen para todos.

Nuestro poder siempre ha sido mayor de lo que nos han hecho creer. Es hora de recuperarlo.