En medio de temperaturas récord y de impactos climáticos cada vez más graves en la vida de las personas, 2025 marca un punto de inflexión para la acción climática mundial, ya que los países renovarán sus compromisos climáticos —las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC)— en el marco del Acuerdo de París. Este proceso permite evaluar si la ambición global para enfrentar el cambio climático aumenta con la rapidez necesaria para responder de frente a la crisis.

Durante la última década, el Acuerdo de París ha logrado avances significativos. Antes del acuerdo, el mundo se dirigía hacia un calentamiento de 4 grados Celsius (7,2 grados Fahrenheit) para finales del siglo. Diez años después del acuerdo de adopción, las últimas NDC y las políticas actuales nos acercan a una trayectoria de 2,3-2,8 °C (4,1-5,0 °F), ligeramente mejor que la trayectoria prevista anteriormente de 2,6-3,1 °C (4,7-5,6 °F).

Sin embargo, incluso con este cambio, seguimos estando muy por encima del límite de 1,5 °C (2,7 °F) establecido por el Acuerdo de París, que puede evitar algunos de los daños más graves del calentamiento del planeta. Y aunque algunos sectores están mostrando un impulso real, como las energías renovables, el transporte y las medidas de uso del suelo reflejadas en las NDC de muchos países, el progreso general sigue siendo peligrosamente lento.

Cada fracción de grado de calentamiento que se evite en el planeta contribuirá a garantizar un futuro más seguro y verde. Y la inversión necesaria para lograrlo es muy inferior al costo de la vía alternativa, que traería consigo un aumento de las inundaciones, los incendios forestales, la inseguridad alimentaria y la destrucción de vidas.

En la Conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) en Belém, Brasil, las naciones deben afrontar la brecha entre los compromisos climáticos actuales y lo que se necesita para impulsar una nueva economía que sea mejor tanto para las personas como para el planeta.

A continuación, proponemos cinco medidas clave que los países pueden adoptar para dar una respuesta creíble:

  • Reafirmar el objetivo de 1,5 °C y encargar una hoja de ruta global para la ambición y la implementación.
  • Acelerar las medidas sectoriales a corto plazo para alcanzar los objetivos globales de 2030.
  • Movilizar estrategias a largo plazo para una transición equitativa y resiliente hacia las cero emisiones netas.
  • Fortalecer las iniciativas intergubernamentales para lograr un mayor impacto.
  • Ofrecer un paquete financiero creíble para respaldar los ambiciosos objetivos climáticos.

Con los países reunidos bajo un mismo techo, será necesaria una respuesta política clara que haga frente a la falta de ambición y aproveche las oportunidades económicas, sociales y de otro tipo que pueden ofrecer las medidas enérgicas.

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Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025, los países deberán reafirmar sus compromisos y crear planes climáticos que acerquen al mundo al objetivo de 1,5 °C del Acuerdo de París. Fotografía por: Luis War.

1) Reafirmar el objetivo de 1,5 °C y encargar una hoja de ruta global para la ambición y la implementación

Reconocer los avances alcanzados y, al mismo tiempo, las brechas que persisten será fundamental para mantener la cooperación internacional y avanzar hacia acciones más profundas y rápidas. Como primer paso, la COP30 debería reafirmar que el límite de 1.5 °C sigue siendo la meta central de la acción climática global. Esta confirmación enviaría una señal política clara de que el objetivo continúa siendo el punto de referencia para evaluar el progreso hacia un mundo más saludable, habitable y resiliente.

Pero no bastará con subrayar esos objetivos; la COP30 también tendrá que impulsar la implementación y la ambición de alcanzar los 1,5 °C de manera que se garantice una transición justa e inclusiva. En la COP30, los países podrían acordar elaborar una «Hoja de ruta global para la implementación acelerada», un plan de acción con visión de futuro que identifique las vías, las políticas y las condiciones propicias necesarias para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

La hoja de ruta puede basarse en las conclusiones del balance global y en las ideas del informe de síntesis de las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) para identificar oportunidades específicas a corto plazo y transformadoras para acelerar la reducción de emisiones en sectores clave como la energía, los bosques, el transporte y el metano, al tiempo que se intensifican los esfuerzos de adaptación, resiliencia y transición justa, con especial énfasis en los enormes beneficios económicos, sociales y de otro tipo que pueden obtenerse con la adopción de medidas climáticas.

Para respaldar este proceso, las presidencias de la COP30 y la COP31 podrían convocar un diálogo de alto nivel, basado en análisis técnicos, para examinar cómo las diferentes vías, plazos y condiciones de inversión pueden configurar una transformación equitativa en todo el sistema. El proceso podría culminar el próximo año en la COP31 con la publicación de una hoja de ruta clara y viable que identifique las oportunidades para la acción urgente, los sectores con mayor potencial de impacto y los actores mejor posicionados para impulsarla.

2) Acelerar las medidas sectoriales a corto plazo para alcanzar los objetivos mundiales para 2030

A partir de la hoja de ruta para una implementación acelerada, la COP30 también deberá alentar a los países a alcanzar resultados sectoriales concretos hacia 2030. El reto consiste en traducir las señales colectivas del Balance Global y del Marco de los Emiratos Árabes Unidos para la Resiliencia Climática Global —así como la orientación derivada de la ambición global propuesta y de la propia hoja de ruta— en planificación económica, políticas nacionales e inversiones capaces de acelerar el progreso en el terreno y aprovechar plenamente los beneficios de la acción climática.

En la COP30, se podría pedir a los países que elaboren voluntariamente estrategias sectoriales a corto plazo y actualizaciones de los progresos que traduzcan y se basen en sus NDC existentes, convirtiendo los objetivos climáticos nacionales en vías concretas para su implementación. Los países podrían presentar estas estrategias y actualizaciones de forma voluntaria a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) para informar el segundo Balance Global, que comenzará a finales de 2026 y concluirá en 2028.Para lograr el mayor impacto posible, estas estrategias deben centrarse en las áreas prioritarias destacadas en el Balance Global para 2030 (por ejemplo, triplicar la capacidad de energía renovable, duplicar la eficiencia energética, abandonar los combustibles fósiles, reducir las emisiones del transporte y detener y revertir la deforestación, entre otras), así como en las áreas temáticas del Marco de los Emiratos Árabes Unidos para la Resiliencia Climática Global (por ejemplo, agua, salud, ecosistemas y biodiversidad, e infraestructura).

Si bien estas prioridades globales son comunes, su énfasis variará naturalmente según el país. Las estrategias sectoriales pueden utilizarse para establecer los planes, políticas, prioridades de inversión, necesidades de apoyo y reformas habilitadoras específicas de cada país necesarios para reforzar las medidas a corto plazo. Lo más importante es que estas estrategias constituyen una oportunidad clave para describir las medidas que pueden reportar beneficios sustanciales para la economía y la vida de las personas.

3) Movilizar estrategias a largo plazo para una transición equitativa y resiliente hacia las cero emisiones netas

Las estrategias climáticas a largo plazo —también conocidas como estrategias de desarrollo con bajas emisiones de gases de efecto invernadero a largo plazo (LT-LEDS o LTS)— constituyen un puente clave entre las NDC y el objetivo colectivo de limitar el calentamiento global a 1.5 °C. Los países ya definieron metas para 2030, y esta nueva ronda de NDC fija objetivos de reducción de emisiones hacia 2035, un punto de referencia esencial en el camino hacia las metas de cero emisiones netas a mediados de siglo que muchos países han adoptado, incluidas todas las principales economías del G20.

A medida que los países avanzan hacia el cero neto, las LT-LEDS les permiten delinear las transformaciones sectoriales necesarias y demostrar cómo estas medidas pueden impulsar el crecimiento económico en las próximas décadas. Estas estrategias ofrecen información crucial y orientan las decisiones de política pública que los gobiernos deben tomar ahora.

Ahora más que nunca, estas estrategias son esenciales para ayudar a los países a centrarse en los sec

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tores que tienen un efecto dominó en toda la economía, como la energía, la alimentación y la agricultura, y el transporte. Hasta ahora, casi 80 países han elaborado y presentado estrategias a largo plazo, pero menos de 10 han actualizado sus planes iniciales y más de 100 aún no han elaborado ninguno.

La COP30 puede ser un punto de inflexión, al instar a todos los países a presentar o actualizar sus LT-LEDS antes de la COP31, tratando las estrategias no solo como trámites burocráticos, sino como catalizadores de una verdadera transformación sectorial, plenamente integrados en las políticas económicas, las estrategias de desarrollo y los planes financieros. Los países del G20, en particular, deben dar ejemplo desarrollando vías de implementación que alineen sus objetivos a corto plazo (por ejemplo, 2030 y 2035) con una transición justa hacia sus objetivos nacionales de cero emisiones netas y resiliencia. Estas vías también deben integrarse en los objetivos y procesos de desarrollo nacionales.

Fortalecer las iniciativas intergubernamentales para lograr un mayor impacto

A lo largo del año, la presidencia de la COP30 ha renovado el interés y el impulso de la Agenda de Acción de iniciativas ajenas a las negociaciones de la CMNUCC. Lo más importante es que ha tratado de conectar las iniciativas y coaliciones de acción climática —incluidas las que involucran a los gobiernos nacionales— con el proceso formal de la COP, alineándolas con los temas del primer Balance Global sobre energía, bosques y otros temas.

En la COP30 se presenta una importante oportunidad para prestar mayor atención al papel de las iniciativas y coaliciones de cooperación intergubernamental e integrarlas más plenamente en la Agenda de Acción, que anteriormente se centraba en las iniciativas de los actores no estatales. El número de estas iniciativas y coaliciones ha crecido rápidamente en los últimos años, y ahora los gobiernos deben explorar su impacto y las lecciones que se pueden extraer.

La COP30 también puede desempeñar un papel importante en el fomento de la transparencia de estas iniciativas y coaliciones intergubernamentales, alentando e impulsando la presentación de informes periódicos, entre otras cosas, a través del Portal de Acción Climática Global de la CMNUCC. Durante las futuras COP, se pueden organizar eventos específicos para que estas iniciativas compartan sus éxitos, experiencias, lecciones y mejores prácticas.

Ofrecer un paquete financiero creíble para respaldar objetivos climáticos ambiciosos

La presentación de un paquete sólido de resultados financieros en la COP30 mostraría que el apoyo necesario para convertir la ambición en acción está al alcance. Esto incluye avances en la Hoja de Ruta de Bakú a Belém, una vía colectiva para ampliar hasta 2035 la financiación climática destinada a los países en desarrollo desde todas las fuentes, capaz de impulsar la acción en áreas clave como el costo del capital. Lograr estos avances enviaría una señal contundente de que la financiación pública y privada internacional llegará a los países que eleven su ambición y la traduzcan en una estrategia financiera nacional sólida acompañada de señales claras de política pública.

Una señal clave en la COP30 sería la creación y el fortalecimiento de las plataformas nacionales como forma de armonizar la financiación nacional e internacional, facilitar un entorno normativo propicio para la inversión en sectores clave, desarrollar proyectos invertibles, involucrar a un amplio espectro de partes interesadas y optimizar el uso de la financiación en condiciones favorables para reducir el riesgo de los proyectos y desbloquear los flujos de capital. De esta manera, los países pueden integrar los planes climáticos propuestos en marcos económicos más amplios y promover un entorno propicio para que todos los flujos financieros apoyen el progreso hacia los compromisos climáticos, al tiempo que se fortalecen las vías de desarrollo de los países.

Construir un futuro viable

Las brechas son evidentes, pero también lo es la oportunidad de avanzar hacia los objetivos del Acuerdo de París. La COP30 reúne a los líderes mundiales con las herramientas necesarias para cerrar las brechas de emisiones y de ambición. Lo que se requiere ahora es acción política audaz y una respuesta firme a las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) para recuperar la confianza en el multilateralismo, encauzar al mundo con mayor determinación hacia las metas climáticas y asegurar una prosperidad compartida a partir de esa acción.

El legado de la COP de Belém dependerá, en gran medida, de que esto ocurra.

 

Crédito foto de portada: Zbynek Pospisil/iStock