Repensar la ciudad desde los cuidados: WRI México participa en el Foro Ciudades Feministas 2025
- Los cuidados ocurren en el territorio y requieren herramientas para visibilizar dónde y cómo suceden, señaló Carina Arvizu.
- El Índice de Desigualdad Urbana (IDU) muestra diferencias de hasta ocho veces en el acceso a guarderías según nivel de ingreso, afirmó.
- La adaptación al calor extremo también debe integrarse en la planeación urbana con enfoque de cuidados, subrayó.
Ciudad de México, 24 de noviembre de 2025. — El Foro “Ciudades Feministas: Ideario para un Presente Urbano Compartido” abrió sus puertas con una idea contundente: si las ciudades han sido diseñadas sin ver el trabajo de cuidados, entonces no han sido diseñadas para la mayoría que las sostiene. La frase, mencionada en la sesión inaugural por Leslie Kern, autora del libro “Ciudades feministas”, durante su conferencia magistral, marcó el tono de una jornada dedicada a reflexionar sobre cómo transformar los entornos urbanos para que respondan a la vida real de quienes los habitan.
Durante su intervención en la mesa 2. “Ciudades que cuidan: Hacia la garantía del derecho al cuidado desde el compromiso de Tlatelolco”, Carina Arvizu, directora del programa de Ciudades en WRI México, subrayó que colocar los cuidados al centro de la planeación urbana es una vía directa para atender la desigualdad territorial y avanzar hacia la igualdad de género.
Herramientas para mapear los cuidados
Arvizu destacó iniciativas como el “mapa de cuidados”, desarrollado por el Colegio de México, ONU Mujeres y el INMUJERES, y posteriormente retomado por la Secretaría de las Mujeres, que identifica la ubicación y tipo de equipamientos de cuidado en la ciudad. Señaló que este tipo de insumos deben democratizarse y hacerse públicos para orientar mejor la toma de decisiones urbanas.
Asimismo, presentó el Índice de Desigualdad Urbana (IDU), creado por WRI México para analizar la accesibilidad a satisfactores urbanos según nivel de ingreso. En un análisis que se realizó en 2022 para el Área Metropolitana de Guadalajara, se evidenció que las mujeres con mayores ingresos tenían ocho veces más posibilidades de acceder a una guardería o centro de cuidado infantil en un viaje de 15 minutos, en comparación con las mujeres de menores ingresos.
“La desigualdad urbana genera pobreza de tiempo, especialmente para las mujeres que menos tienen”, afirmó.
Vivienda, proximidad y movilidad del cuidado
Arvizu señaló que la planeación urbana debe considerar la interacción entre usos de suelo, movilidad y transporte público. Destacó que la proximidad no se logra solo con mezcla de usos de suelo, sino también con sistemas de transporte que permitan llegar efectivamente a los servicios.
Recordó que gran parte de los viajes de cuidado se realizan a pie, y que la vivienda debe repensarse para fomentar la vida comunitaria y permitir el cuidado compartido. También subrayó la importancia de localizar adecuadamente las infraestructuras de cuidado, desde centros comunitarios hasta espacios locales e instalaciones a nivel federal que brindan estos servicios.
En este sentido, Daniela Pacheco, directora de Política Exterior Feminista de la Secretaría de las Mujeres, advirtió que “las ciudades no pueden seguir tratándonos como si todas las personas hiciéramos el mismo tipo de trayecto productivo”, subrayando que ignorar las actividades de cuidado perpetúa una desigualdad estructural que afecta a millones de mujeres.
Esta idea fue reforzada por Ximena Andión, directora regional de la Fundación Ford, quien señaló que “la planificación debe reconocer que el derecho a la ciudad incluye el derecho al tiempo, a la movilidad segura y a acceder a los servicios sin sacrificar la vida personal o laboral”.
Cuidados y cambio climático
Arvizu enfatizó que el cambio climático tiene impactos directos en las labores de cuidado. Mencionó el caso documentado por WRI México en el barrio La Metalera, en Hermosillo, donde algunas mujeres comienzan a cocinar y realizar actividades domésticas por la noche y terminan a las 3 a.m debido a las temperaturas extremas. “A quienes afecta más es a las personas en mayor vulnerabilidad, particularmente a las mujeres”, señaló.
Asimismo, se destacó que esta desigualdad es más severa para mujeres que habitan en territorios periféricos, marcados por falta de infraestructura, transporte limitado y altos costos de movilidad. Sobre ello, Alejandra D’Hyver, coordinadora de proyectos de empoderamiento económico en ONU Mujeres, explicó que “la ciudad no es neutral; reproduce desigualdades cuando no se piensa desde las necesidades reales de quienes la habitan”, subrayando que los cuidados deben colocarse en el centro del diseño urbano para reducir estas brechas.
La reflexión se profundizó al abordar cómo las desigualdades se expresan con mayor intensidad en la periferia, donde miles de mujeres enfrentan trayectos más largos, servicios dispersos y menores oportunidades para conciliar el trabajo remunerado con los cuidados. Diego Ruíz, jefe de la Unidad Departamental de Instrumentos de Acceso al Suelo del Instituto de Planeación Democrática y Prospectiva (IPDP), destacó que construir ciudades para todos implica reconocer estas brechas territoriales y garantizar entornos más seguros, conectados y cercanos a la diversidad de la vida cotidiana.
Hacia ciudades que sostienen la vida
De forma transversal, las panelistas coincidieron en que avanzar hacia ciudades feministas exige reconstruir el paradigma de la vida urbana: pasar de ciudades diseñadas principalmente para viajes productivos —casa-trabajo— a ciudades pensadas para sostener la vida cotidiana en todas sus formas.
Al cierre, Arvizu planteó tres transformaciones indispensables para avanzar hacia ciudades más justas e inclusivas:
1. Transformación sociocultural.
Visibilizar los cuidados, romper los estereotipos de género y desfeminizar estas tareas, entendiendo que deben asumirse como una co-responsabilidad entre el Estado, el mercado, las comunidades y las familias. Este cambio implica reconocer que el sistema actual reposa de forma desproporcionada en las mujeres y que las políticas públicas deben responder a las necesidades reales de la vida cotidiana.
2. Transformación económica.
Reconocer el peso del trabajo no remunerado, que representa 24.3% del PIB nacional, más que la industria manufacturera. Cada semana se realizan 2 mil millones de horas de cuidado, de las cuales solo el 6% reciben remuneración. Esta dimensión evidencia la necesidad de redistribuir las cargas y de otorgar mayor valor económico y social al cuidado.
3. Transformación territorial.
Incorporar la perspectiva de género desde el inicio de la planeación urbana, con una visión multi-actor y multi-escala. No se trata solo de ubicar infraestructuras de cuidado: la mezcla de usos de suelo es clave para garantizar trayectos más cortos y funcionales. Una persona puede tener cerca una casa de día para personas adultas mayores, pero demasiado lejos el mercado para abastecerse, aun cuando ambas actividades forman parte del trabajo de cuidado. Por ello, la planeación debe asegurar proximidad, accesibilidad y diversidad de servicios en el territorio.