Optimizar, electrificar y descarbonizar: Tres pasos para lograr ciudades cerocarbono
Inversión anual de 1 bdd en proyectos de bajo carbono, produciría 17 billones en valor presente neto a 2050, sólo por ahorro energético, destacan
En la actualidad, las ciudades son tanto víctimas como victimarias del cambio climático, pues son responsables del 70 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI), asociadas a su consumo de energía, así como del 65 por ciento de la demanda energética mundial. Para 2030 las ciudades podrían, fácilmente, aumentar su consumo de electricidad a más de tres cuartas partes de la demanda mundial. Además se estima que, también para 2030, gran parte del aumento global en el consumo de energía (70 por ciento) provendrá de economías emergentes, donde se generará el 95 por ciento del crecimiento poblacional de ese año en adelante.
Aunque el desarrollo y crecimiento actual de las ciudades no ayudan a resolver la crisis climática del presente, las ciudades podrían ser una pieza clave para mitigar el cambio climático; dado que el 75 por ciento de la infraestructura urbana necesaria para 2050 no ha sido construida, tenemos una invaluable ventana de oportunidad para construir ciudades más eficientes en cuanto al uso de los recursos, ayudando así a reducir los efectos negativos del cambio climático y a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos y la productividad de las ciudades.
Se ha comprobado que la inversión en proyectos de bajas emisiones de carbono tiene beneficios significativos, tanto para asentamientos urbanos como rurales. De acuerdo con un estudio de La Nueva Economía del Clima, la inversión anual de 1 billón de dólares en 11 tipos de proyectos de bajo carbono, produciría 17 billones en valor presente neto a 2050, esto sólo por el ahorro en el consumo energético. Una investigación en curso constató que los beneficios económicos y sociales de dichas inversiones (como mejoras en la salud ciudadana, empleos generados, disminución de pobreza y desigualdad), serían varias veces mayores a esos 17 billones estimados. Por ejemplo, los beneficios a la salud por mejorar los sistemas de calefacción e implementar aislamiento térmico en las edificaciones, podrían ser 10 veces mayores que el valor del ahorro energético.
¿Cómo lograremos cambiar a las ciudades?
Cada vez es más claro que las ciudades necesitan centrar su capacidad intelectual en las siguientes tres acciones:
- Optimizar: Hacer que el uso de la energía en las ciudades sea más eficiente en todos los sectores, particularmente en las edificaciones y el transporte.
- Electrificar: Transitar del uso de combustibles fósiles al uso de electricidad en transportes y edificaciones.
- Descarbonizar: A la par, las ciudades deberían incentivar la transición hacia fuentes limpias de energía para la producción de electricidad, tanto de generación distribuida (a través de paneles solares en azoteas, por ejemplo) como centralizada (a través de parques eólicos, por ejemplo).
Los cambios tecnológicos y econó
micos están logrando que las ciudades vean atractivo adoptar nuevos modelos de desarrollo, un momento que hay que aprovechar, con la ayuda de mejores políticas públicas, para impulsar las tres acciones clave para transitar a ciudades cerocarbono.
Optimizar
La rápida adopción de tecnologías y prácticas innovadoras por parte de los mercados, como la iluminación LED, además de una lenta pero constante sustitución de equipos antiguos, continúan mejorando las ciudades, lo que hace que, a la fecha, la eficiencia energética siga siendo la opción de menor costo y con los mayores beneficios.
Electrificar
En la actualidad está llevándose a cabo un proceso de electrificación, principalmente en el transporte, las edificaciones e incluso en la industria pesada. Y si bien no es la mejor solución para todas las circunstancias (de acuerdo con el estudio Low Carbon Electric Cities, de WRI), en algunos escenarios la electrificación es clave para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 2 grados centígrados. Además, la electrificación ofrece una serie de cobeneficios como reducción del ruido y de la contaminación del aire en las ciudades, además de precios y suministros más rentables y seguros. A medida que la curva de costos decrece para las energías renovables y para el almacenamiento de energía, habrá una mayor aceleración de la electrificación.
Descarbonización
Los últimos avances en generación, almacenamiento, gestión de la energía y vehículos eléctricos hacen posible transitar hacia fuentes de energía limpia en la mayor parte de los sectores y para casi todos los usos posibles. También hacen factible que las ciudades optimicen la distribución de sus cargas energéticas por hora del día y por extensión, permitiendo a los encargados de formular las políticas y a los servicios públicos proveedores de energía, adecuar la demanda de electricidad hacia fuentes de energía limpia, es decir, cuando sopla el viento y brilla el sol. Las recientes caídas en los costos unitarios de las unidades de almacenamiento de energía (baterías), turbinas eólicas y celdas fotovoltaicas, hacen también cada vez más viable esta importante y necesaria transición.
Manos a la obra
Diversos alcaldes alrededor del mundo han mostrado interés y motivación, al menos en el papel, para transitar hacia ciudades cerocarbono, pues son ya 7 mil municipios los que se han comprometido públicamente a crear planes y tener objetivos de acción climática. En los Estados Unidos, aun y cuando la acción climática se ha vuelto altamente partidista, la mayor parte de sus alcaldes (84 por ciento) cree que el cambio climático es consecuencia de actividades humanas, aunque sigue siendo menor el número de ciudadanos con la misma opinión (68 por ciento del público general). De cualquier manera, el 66 por ciento de los alcaldes cree que deben llevarse a cabo medidas y acciones, incluso si esto implica mayores costos para la ciudad.
Las dependencias gubernamentales de las ciudades han desarrollado suficientes instrumentos y políticas para optimizar y electrificar sus propios activos, así como los de sus residentes y su industria local, como en la ciudad de Bogotá, que ha actualizado y modificado completamente sus códigos de eficiencia energética y políticas de construcción. Las ciudades también pueden utilizar su poder de compra para exigir servicios de mayor calidad y eficiencia, como queda demostrado con la emergente preferencia por contratar vehículos eléctricos en Latinoamérica. Las ciudades también están desarrollando iniciativas y retos para alentar nuevas acciones en actores clave (grandes y pequeños) del sector privado, como TheCityFix Labs India, que orienta y capacita a emprendedores con proyectos de energía para resolver y atender las necesidades energéticas de las ciudades. Aunque las ciudades deberían acudir a los gobiernos estatales y nacionales para promover que se limpie el sistema eléctrico central, también pueden llevar una descarbonización de manera independiente (y por lo tanto aumentar su resiliencia), por medio de la implementación de energía distribuida (con paneles solares en techos, por ejemplo) y descentralizada (con campos eólicos locales).
Con el empuje de nuevas políticas públicas y el imán de los cambios tecnológicos y económicos, alcanzaremos un punto de inflexión que hará que la infraestructura urbana cerocarbono sea la mejor y más obvia elección, incluso para los más renuentes al cambio.
El dinero no procederá necesariamente de las fuentes tradicionales de financiamiento municipales, sino de inversionistas privados, junto con financiamientos concesionados para amortiguar diferentes situaciones de riesgo. Las razones están sobre la mesa y el momento es hoy: debemos optimizar, electrificar y descarbonizar nuestras ciudades.
Emma Stewart es directora de Eficiencia y Clima Urbano, y Eric Mackres es gerente de datos y herramientas de Eficiencia Urbana y Clima, ambos en el Centro Ross para Ciudades Sustentables, del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés)